UN DÍA MUY LARGO
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¡RRRRRIIIIIIING!
-
¡David! El telefonillo- gritó su madre
-
Ya voy
-
¿Sí?, ¿quién es?, ¿Eres Santi?
-
Pues claro palurdo, ¿Quién si no?
-
Venga, bajo
Eran las siete de la mañana, y como todos los días,
Santiago alias “Santi” iba a buscar a su amigo, pero también vecino David. Los dos eran el terror dentro de su cole, el
María Inmaculada. Los dos habían
planeado días antes una broma a su profesora, más conocida como “la Pili”. La travesura iba a consistir en colocar
varias chinchetas en su silla y situar una cámara oculta comprada por tele
tienda, para coronarse como los niños más gamberros del colegio.
Habían llegado los primeros al instituto para no
ser vistos y debido a la mala seguridad del lugar, no les costó nada más que un
minuto para sobre pasar las verjas y situarse en las escaleras del edificio
correspondiente a su ciclo. Cuando se
disponían a subirlas, de repente, oyeron los pasos de una mujer con bastante
sobre peso.
-¿Qué profe pesa tanto? preguntó
Santi
-No sé dijo David
Y después de un tiempo meditando, como por
casualidad los dos gritaron:
-¡La Pili!
Se escondieron sigilosamente en una posición en la
que era muy difícil verles. Cuando pasó
su tutora delante de ellos, sin percatarse de su presencia, ellos notaron una
ligera preocupación en su rostro.
-Bueno, venga sube tú
primero, tío
-¡Sí hombre, que te den!
¿Eres una gallina?
-No, ¿y tú?
-No
-Pues venga, subamos a la
vez
-Vale
Subieron, y cuando llegaron a su pasillo vieron al
director en su despacho, un señor mayor que vivía cerca del teatro Anaya, un
hogar objeto de sus constantes bromas.
Llegaron a su clase sin ser finalmente vistos.
Abrieron la puerta, y por sorpresa, se encontraron
un cadáver encima de la mesa del profesor.
Era una niña de su edad, un poco más pequeña quizás. No la conocían de nada. Los dos jóvenes, viéndose en un “shock”,
corrieron abajo y llamaron inmediatamente a la policía. En dos minutos se plantaron allí las
autoridades, pero justo cuando entraron en aquella habitación, aquella
espantosa habitación, no encontraron nada, ni una gota de sangre, todo estaba
como siempre. Nada más empezar las
clases, el director les llamó a su despacho, algo ya habitual.
-¡¡¡¿Cómo podéis haber
hecho esto?!!!, ¿no tenéis vergüenza?, ¿cómo se os ocurre llamar a las
autoridades sin haber pasado nada?
-Perdón, señor
-Os voy a poner un parte,
salir de mi despacho
Los dos, salieron preocupados, pero no por lo del
parte, sino por lo ocurrido hacía minutos. Saliendo del despacho, David divisó
un líquido rojo, sobresaliendo del armario del Director, algo bastante
sospechoso en aquel momento.
En el recreo de por la mañana, decidieron encontrar
por sí mismos a los culpables. Sus
principales sospechosos eran “la Pili” ya que acababa de bajar su piso cuando
ellos subían con un rostro de arrepentimiento bastante claro y el Director, por
el líquido que salía de su armario.
Les tocaba irse a comer a casa y los dos amigos,
más callados de lo normal, se despidieron de una forma poco habitual, con un
“ey” por el cual se notaba en su voz el impacto de haber visto un cadáver en la
vida real. No se lo dijeron a sus
padres, comieron rápidamente y cada uno fue encajando las piezas de un
rompecabezas que al final delataría al Director como culpable.
Quedaron a las puertas del Botinero, un restaurante
muy conocido por el barrio. Cuando ya estaban juntos los dos pequeños
detectives, Santi comentó a su amigo que había conseguido las pruebas
necesarias para declarar al Director “culpable”. De repente, una persona con un pasa montañas,
le arrebató las pruebas a Santi. Los dos
le siguieron por la calle hasta que el ladrón entró por las puertas del British
Council, que estaba en obras. Los dos
niños corrían más y al final consiguieron acorralarlo en el cuarto de calderas.
-¡Quítate eso!, mandó
David
-Seguro que es el
Director, continuó Santi
-Pues no, interpuso el
ladrón
El hombre se deshizo de la máscara y al final,
después de tanta intriga, el culpable fue el profesor de Ciudadanía, D.
Anselmo. D. Anselmo era el profesor más veterano del cole, y al que más
jugarretas le realizaban. Le conocían
como “don mostacho”, por el extravagante y antiguo bigote que llevaba.
-¿Por qué has hecho esto?,
preguntó David enfurecido
-Lleváis toda la vida
haciéndome pensar, que al entrar en las puertas del Colegio, estuviese entrando
en el infierno, siempre burlándoos de mi, cada hora, cada día. Ya no lo soportaba más, esa niña me había
tomado el pelo el día anterior y le dije que viniese un poco antes haciéndole creer
que teníamos una tutoría especial. Ahora
os mataré a vosotros, pero antes, ¿sabéis que día es hoy?
-28 de abril, ¿por?
De repente, entraron por la puerta un montón de
gente de aspecto familiar. Eran
profesores y alumnos de su colegio llevando un cartel diciendo: “Donde las dan las toman”. ¿Por qué llevarían esa pancarta…?. David dio con el director y con su tutora y
les explicó lo sucedido. Ellos, entre
sonrisas les explicaron a los dos amigos que hoy era el día de los inocentes y
les habían gastado una –inocentada- para darles una lección.
-Pero señor, ¿Cómo puede
explicar el líquido rojo que salía de su armario?, preguntó Santiago
-Era una botella de vino
que se había derramado
-¿Y su rostro de
preocupación señorita?
-Me había sentado mal el
desayuno
-¿Y la niña muerta?
-Era un maniquí
-Está bien, entonces no
pasa nada, todos vivos
-No, “estáis expulsados”
por haberos colado en el Colegio, que se me había olvidado decíroslo.
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